Composición del autor
Al regreso del mes sabático que me he tomado, quiero empezar mi página hablando un poco de la muerte, esa puerta que todos, pronto o tarde tenemos que trapasar para ir a un mundo mejor.
En todos los pueblos se tiene mucho respeto a ese momento y cuando hay alguna persona que haya abierto la puerta y haya dejado de existir, sea pariente allegado, conocido por el pueblo, etc... la gente lo siente como si de un familiar se tratara; acompañan a la familia; lloran con la familia; asisten a los funerales con expresión de dolor y lo despiden en el cementerio con 'padrenuestros' y otras oraciones más complejas. Todo esto hace que los familiares se sientan más 'seguros' en esos momentos de pena.
Me viene a la memoria, así, de repente y antes de lo que os quería contar, lo que oí a un tío mío canónigo de la Catedral de Pamplona. Me contaba: "Tuve que asistir a morir a un sacerdote bastante mayor que yo y tomándole la mano en sus últimos momentos le iba susurrando lo bien que iba a estar en el cielo, con los ángeles, con los santos, con toda clase de dichas..., pero el moribundo, sacando fuerzas me dijo " Sí... sí..., pero déjate estar, Eusebio, que como en casa de uno, en ningún sitio".
Bueno, retomo lo que os quería contar de lo sucedido en un pueblico de la Ribera de Navarra. Se trata de humor negro, negrísimo como se dice ahora cuando se habla de la "m u e r t e" en tono jocoso.
Un buen ciudadano fué a visitar a su amigo enfermo. Antes de ir, su mujer le previno: -Ten cuidado con lo que dices, que está muy malo, pero conserva los cinco sentidos.
-Mujer, ¿te paice que no sé hablar al consonante?
Entró en la habitación medio oscura; se acercó a su amigo y con el tono más tranquilizador y afectuoso que encontró en su repertorio le dijo:
-Caramba con Perico. Con que... agonizando, ¿eh?
Buena mano izquierda y delicadeza tenía el amigo.
Nos leemos otro día......................¡¡¡Hasta pronto!!!
P.D.- NUEVAMENTE: Cerebro sin usar.