Alguno se extrañará al leer el título de esta ‘página’.
Hay otra definición que explica mejor la anécdota que os voy a contar.
Se llama dula también, y a eso me voy a referir, al terreno comunal que había en las proximidades de los pueblos donde se llevaba el ganado a pastar. No hace muchos años existía la figura del cabrero, persona que recogía las cabras de los habitantes del pueblo al punto de la mañana, y las conducía a la dula hasta el anochecer en que regresaba al pueblo y repartía el ganado a sus respectivos dueños.
Había épocas del año en que el ganado, tanto lanar, cabrío, como vacuno, se trasladaba a la DULA de la sierra para que pastaran en las hierbas , ya que no había pasto en los campos de la villa. Durante la estancia en estos bellos parajes se ‘emparejaban’ ganado de unos propietarios con los de los otros; fruto de este emparejemiento era el aumento en el recuento del ganado a su regreso. Era entonces cuando se procedía al reparto de la ‘cosecha’, pero, ahí viene la duda. ¿Cómo repartir la ganancia? La cosa no era difícil; al ir a recogerlos las madres eran siempre acompañadas de sus hijitos queridos, por aquello del amor filial y por que no le faltara a la cría el sustento diario, así que cada familia se llevaba a casa algún animal más de los entregados, resultado del disfrute de sus animalitos. La fecha de vuelta a casa era, aproximadamente, por San Juan.
De ahí viene la copla:
Andosilla y San Adrián
hacen sus hijos a medias
y los reparten por San Juan.
¿Curioso, verdad? Pues tan cierto como la vida misma.
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