Me contaba un buen amigo, que él tenía como
subordinado en el trabajo, allá por los años 1940, a un mocete jovencito
recién venido del pueblo. Trabajaba con mucha voluntad e iba progresando en su
cometido de auxiliar de oficina.
Un día le pidió permiso para ir a su pueblo con el
fin de asistir al funeral de un íntimo amigo de la familia. Se le concedió la
autorización y, al día siguiente, cuando se incorporó al trabajo, le preguntó:
“¿De qué falleció vuestro gran amigo?"
Y el mocete, ni corto ni perezoso, le contestó:
“’De repente’, debe ser una enfermedad nueva”
Raro, pero real como la vida misma.
Buenas tardes y... mediten sobre estas enfermedades raras.