En estos tiempos en que estamos en plena crisis, me viene a la memoria lo que nos contaba nuestro tío de Tudela Don Estanislao, a la sazón Veterinario de esa ciudad, allá por los años 1939 al 1948 largos, en los pueblos de la zona media de Navarra. Él se refería concretamente al pueblo de Olite, donde tantas y tantas anécdotas se producían cada día por lo guasones y chistosos que eran los naturales y a la sazón, vecinos.
No quiero haceros esperar más y allí va el relato del tío Estanis, como cariñosamente lo llamábamos:
"Érase una familia no muy acomodada económicamente hablando, pero de muy buen corazón. Tenía tres niños pequeños preciosos, juguetones y listos. En la escuela no veían una calabaza en sus notas quincenales que con toda equidad ponía la maestra, cuyo no nombre no recuerdo; ¿era Doña Emilia? o tal vez ¿Doña Gestrudis?, en fin, no caigo; pero no tiene ninguna importancia porque el argumento de la anécdota no tiene nada que ver con los profesores.
La escasez de alimentos en esos años era moneda corriente, existían las 'Cartillas de Racionamiento' que permitían adquirir los productos básicos para poder comer por lo menos una vez al día. El padre de estos mocetes se las veía y se las deseaba para satisfacer el apetito de los hijos, y de la mujer, las tres veces al día que era costumbre ingerir. Para paliar esa falta de liquidez adquisitiva, un día se las tuvo que ingeniar y 'parió' una idea que solo le dió resultado al primera vez que la empleó. Era la siguiente:
A la hora de la cena ofreció a sus 'moetes' una moneda de 20 céntimos de peseta a cada uno que no cenara, ante tal propuesta, los tres accedieron a percibir semejante pago que su padre lo hizo con inusitada rapidez. Finalizada la frugal cena -sobre todo para los muchachitos- se fueron corriendo a la cama con el fin de que su estómago no les avisase de que tenía hambre.
Al día siguiente, a la hora de desayunar, se sentaron todos alrededor de la mesa, como era costumbre, y el padre, todo solícito las había preparado un suculento desayuno. Se sentaron cada uno en su sitio y empezaron a lamerse los labios pensando en lo gustuso del menú, pero hete aquí que el padre, poniéndose en pie junto a la mesa dijo con voz firme:
"El que quiera desayunar tendrá que poner encima de la mesa 20 céntimos"
¿Qué es esto, padre? Pero como el hambre podía más que el amor a las pesetas, tuvieron que dehacerse de la moneda recibida la noche anterior recuperando así el progenitor los 60 céntimos 'gastados'".
Buena idea para ahorrar unos céntimos, ¿eh?.
Nos leemos otro día...............................¡¡¡Hasta pronto!!!
P.D.-Los maños no son cortos, son justos.
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