Antiguamente, allá por los 1945 - 50, existían unas líneas de autobuses que prestaban servicio para trasladarse de un pueblo a otro, en sitios a donde no se podía llegar en tren.
Estos vehículos llevaban en la ‘baca’ unos asientos corridos, que iban en la dirección ‘babor a estribor’, dicho en términos marineros y para entendernos, en los cuales se sentaban las personas que no cabían en el interior.
Detrás de los bancos delanteros se colocaban los equipajes de los viajeros y los ‘encargos’ que hacían al conductor.
Un día, haciendo el viaje regular entre dos pueblos, empezó a chispear y más tarde a llover. Uno de los ocupantes que iba en un asiento trasero, al ver el panorama que se avecinaba, decidió meterse en un ataúd que viajaba como mercancía ‘de urgencia’. El resto de los usuarios de las ‘localidades de balconcillo’ se resguardaban de la lluvia como buenamente podían.
En alguna parada, posterior a esta decisión tan macabra del individuo, subieron dos pasajeros que ocuparon sus asientos.
Al cabo de un buen rato, el autobús redujo la velocidad y la lluvia parecía que había cedido, al menos eso pensó el inquilino del micropiso en el que se había refugiado. Muy decidido sacó un brazo y extendiéndolo gritó con una voz lastimera:
¿Ha parado de llover…?
Es difícil narrar el susto que se llevaron los presentes, ‘calados’ por la lluvia, pero cuentan cómo los dos saltaron de la baca a la calzada.
A Dios gracias, parece ser que sólo hubo alguna crisis nerviosa, no del todo grave. Se solucionó fácilmente con un traguico de vino tinto servido en ‘bota’.
¿Les gustó? Pues, hasta más ver!!!
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
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1 comentario:
Flojo, haber si cuentas uno verde o por lo menos picante.
Un saludo.
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