Dibujo del autor antes de la operación
"El Baturro", hombre muy cabal, tenía la dentadura hecha polvo, hasta tal punto que sólo podía masticar con los dientes "ratoneros" o incisivos. Ante tal situación, un día, armado de gran valor fue a ver a un estomatólogo (qué bien suena), un dentista con el título de doctor en medicina, y se atrevió a abrir la boca casi tanto como aparece en el dibujo.
Recuerdo que el dentista, ante semejante cuadro, la abrió más que él.
Bueno, a lo que iba. Después de auscultar el receptáculo bucal decidió que la única y mejor solución era colocar unos implantes en la encía inferior, ¡sólo 4!. Todo quedó acordado para una fecha determinada: NOV-2007.
El día fijado se presentó El Baturro y se aposentó tranquilamente en la sala de espera. Hasta aquí no hay nada raro. Pasado un cierto tiempo oyó que alguien mencionaba su nombre con una voz como de mezo-soprano: FERNANDOOOO!!! Ante semejante 'alarido' se despertó y se dispuso a ponerse a las órdenes del doctor. Poco más que contar, la operación duró sólo una hora y 45 minutos sin ninguna complicación; fue felicitado por el galeno por su colaboración y se despidió hasta la fecha de revisión.
¿Cuál es la anécdota pues? La enfermera no salía de su asombró y no hacía sino repetir:
"Es el primer caso que veo que, ante una operación un poco/mucho agresiva se duerme el cliente con tanta paz y tan relajado"
¿Harías tú lo mismo? Creo que todo viene de la ignorancia de la intervención.
Buenos días y ................. ¡hasta otro ratico!
P.D.- "Inodoro" es una de esas palabras críticas que quieren significar lo contrario de lo que son.
2 comentarios:
Cuando mis hijos eran pequeños, el sillón del dentista me parecía, en comparación, un océano de paz...
Pues a mi me pasa lo mismo que al Baturro. Me duermo con la boca abierta para que trabaje comodo.
Si tengo que notificar algo al galeno, muevo la mano derecha y se da por enterado de que lo he notado más de la cuenta.
Un abrazo.
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