14 septiembre 2016

RECUERDOS DE LA NIÑEZ

Casa de La Sierra (1957)
Estos días en que he salido al campo para contemplar el precioso paisaje casi otoñal ya, me venía a la memoria aquellos tiempos, de los años 1947 o 1948, en que pasábamos el verano en el pueblo de la Ribera de Navarra, cuyo nombre sí me quiero acordar. Se llama Andosilla, de unos 3000 habitantes ahora.
Tengo la costumbre de hablar en plural porque, como soy 'medio', que dicen en el pueblo, es decir, gemelo y siempre hemos ido juntos, no lo puedo remediar.
En ese año de 1948, mis tíos Jesús y María Pilar, hermanos del padre, solían trasladarse a la Sierra de Peralta donde disponían del suntuoso "chalet" que se aprecia en la fotografía. Esta toma es del año 1957 en que El Baturro ya disponía de una moto Ossa de ¡¡¡¡125 cm3!!!! con arranque de pedal y encendido por plato magnético, todo un adelanto; bujías con 'perla' incluída y cambio de marcha en el pie.
Pues bien, allí nos trasladádamos con los parientes para pasar el mes completo de Julio.
Entre las comodidades de que disponíamos puedo citar: una balsa de agua de lluvia para el ganado -ovejas y cabras- y otra para el consumo humano; un hermoso farolillo de carburo para la iluminación interior; unas buenas jofainas para nuestro aseo personal o bien una pileta de mármol en la cual nos 'bañábamos' una vez por semana; una buena cocina con su fogón donde se hacía el fuego para cocinar con el uso del soplillo, fuelle, badiles y tenazas. Arriba los dormitorios cuyos suelos eran de madera clavada sobre unas vigas también de madera y separadas casi un centímetro, lo cual nos permitía curiosear para ver lo que hacían 'los mayores' en el piso de abajo.
¿Qué hacíamos en aquel desierto sólo ocupado por campos de trigo o cebada; numerosas matas de tomillo y romero; muchos conejos y liebres, ¡ah! e infinidad de saltamontes?
Nuestro horario empezaba todos los días a las 8 a.m., a continuación aseo personal y seguidamente un frugal desayuno con leche de cabra, mantequilla, fruta y pan de hogaza hecho en el horno cercano al 'chalet. Por la mañana nuestra primera obligación doméstica, aprte de hacer las camas, era salir a 'cazar' saltamontes, sí, saltamontes con objeto de alimentar a las perdiganas que tenía una perdiz hembra domesticada y que salía a pasear todos los días, como corresponde a una buena madre. Los saltamontes, una depositados en el recipiente adecuado servían de alimento a esta aves citadas.
Cumplida esta 1ª obligación, el resto del día lo pasábamos montando a caballo, ayudando en lo posible a cosechar con el tractor y a leer alguna novela. Ni que decir tiene que los domingos había que cumplir con el precepto dominical de asistir a misa al pueblo y esto lo hacíamos yendo andando o bien a caballo. La distancia reducida del chalet al pueblo es de unos 4,5 km. por monte.
Bueno, otro día os contaré alguna cosita más de nuestra estancia en este 'desierto' navarro.


1 comentario:

Antoñita dijo...

Queremos más cositas de esa experiencia. Son curiosas de la vida rural de aquella fecha.